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Existe una enorme variedad de copas: puede cambiar su forma, el volumen, la altura, el diámetro, el grosor y el material. Resulta bastante difícil seleccionar la copa adecuada para cada tipo de vino. La forma de la copa deberá responder de forma óptima a las características del vino, realzando los matices de su aroma y su sabor. En LUSINI te mostramos cómo elegir una copa adecuada puede dar valor al vino y hacerlo todavía más aromático.
La copa de vino clásica está compuesta por tres partes: el cáliz, el tallo y la base. Estos tres componentes deben formar un sistema perfectamente armonizado para mantener la copa en equilibrio. La copa deberá poder sujetarse con la mano de forma cómoda y estable al llenarse con la cantidad de vino correcta. La base permite apoyar la copa de forma segura y su diámetro no debe ser mayor que el del cáliz. La copa se sostiene desde el tallo, para que el calor de la mano no aumente la temperatura del vino, ya que los aromas se ven muy influenciados por la temperatura.
Las principales y más importantes diferencias se aprecian en los cálices de las copas. Esto es lo que determina el tipo de copa de vino del que se trata. Según la forma, el volumen y la amplitud de la boca se destacan unas características del vino u otras. Según la forma, el vino activará diferentes papilas gustativas y estará más influenciado por el dulzor, el toque afrutado o la acidez. En líneas generales podemos distinguir entre copas de vino blanco, tinto o espumoso en función de la forma que tengan.
Las copas de vino tinto son amplias y tienen una boca grande. Su cáliz voluminoso amplía la superficie del vino y permite airearlo mejor, desplegando de nuevo su aroma de forma idónea. Cuanto más potentes, llenos y complejos sean los aromas del vino, mayor deberá ser el diámetro de la copa.
Como los vinos blancos tienen que airearse con menor frecuencia, su cáliz es menos amplio y relativamente pequeño. El tallo resulta especialmente importante en las copas de vino blanco, pues los vinos blancos se deben tomar a una temperatura adecuada. Su cáliz de menor tamaño permite reducir la cantidad de vino. De este modo el vino permanece menos tiempo en la copa y se mantiene bien frío hasta el último trago. En este caso también se aplica la misma norma: cuanto más potente y aromático sea el vino, mayor debe ser el diámetro de la copa.
En el caso de los vinos espumosos, la forma de la copa resulta igualmente muy importante. Por razones estéticas a menudo se utilizan copas planas, sin embargo en ellas el gas se puede escapar rápidamente debido a la gran superficie del líquido. Las copas de cava copas de cava o copas de champán estrechas resultan más apropiadas en estos casos. Las copas de cava y champán se fabrican especialmente incluyendo un pequeño error llamado punto de espuma, que tiene como objetivo crear un bonito efecto cuando se dispersan las burbujas. Este punto hecho a medida o tallado se encuentra en el interior de la copa, lejos del eje central, y hace que las burbujas de gas se acumulen ahí y suban formando una fina línea.
¿Por qué es tan importante utilizar copas de diferentes formas? ¿No sabe bien un vino blanco en una copa de vino tinto? La respuesta está bien clara: "no". Los expertos enólogos afirman incluso que hay grandes diferencias. Para poder transmitir plenamente los matices de sabor y las estructuras aromáticas del vino, la copa debe estar perfectamente adaptada al vino en cuestión. Además de la forma, existen otros elementos de la copa que juegan un papel importante a la hora de disfrutar plenamente del sabor del vino.
Una buena copa de vino necesita tener también un borde adecuado. Fíjate en que el borde sea lo suficientemente fino como para que sea cómodo para los labios. Un borde óptimo permite humedecer la lengua de forma rápida y uniforme. El borde ideal ayuda además a disfrutar el vino a pequeños sorbos.
Cuando hayas elegido un vino adecuado para la comida y la copa correcta para el vino en cuestión, deberás tener en cuenta algunos detalles a la hora de servir el vino para no mermar su disfrute.